Susana Baca. Escribiendo la voz de Susana


Quiero encontrar el origen de la voz de Susana Baca. He llegado a Chorrillos, apurado, con las preguntas inspiradas en los pasos de César Calvo, Chabuca Granda, y Javier Heraud, espíritus en el aire que llegan puntualmente con la sal de la playa. Cuesta abajo, hacia la explanada, la casa toma el comando de la zona ladeada como un barco inclinado en su desdicha, con esa terraza de piedra al estilo medieval, como si fuera un pequeño fortín donde estoy seguro que se atesora a la canción peruana más sugerente. Y única.

Todo funciona como para cuidar esa voz. El jardín extenso, la acústica de su patio, la agradable cocina, mientras yo veo atentamente un tótem. La luz del patio de Susana sería la envidia de cualquier pintor holandés de la época de Rembrandt.

-Susana, siempre los artistas tienen una relación natal con su objeto creado. Son como dioses, donde en la mayoría de los casos se deja notar lo limitado de la experiencia humana.
-Es muy bonito entregar una obra. Para un pintor, o escritor. Todo lo que significa hacer un disco, cómo empieza el trabajo creativo, desde que me levanto y digo: “tengo todo esto y voy a empezar a cantarla”. Algunas canciones quedan lindas, de repente regreso a oírlas y ya no me gusta. Es un “ir matando”, un “ya no pienso así”.

-Cómo haces para diferenciar eso, el artista pasa por un estado de ánimo, debe de haber una persona que sea un faro para que ese hermoso barco no encalle.
-A veces los artistas llaman a un músico amigo para que esté presente. Es importante que esté desprovisto de la cosa tanática de matar. A veces, en el proceso de grabar tienes maravillosos momentos, y otros donde dices “no está mi alma ahí” y quieres botarlo. Tiene que haber una persona ecuánime para rescatar eso que olvidas, te hace entrar en razón. Todo es un proceso creativo, y tienes que entregarte. Cuando grabé el disco nuevo, me paro frente a un micro, y un desaliento terrible llegó: ¿a quién le cantas? ¿A un micrófono?, el técnico está en otro lado, tiene que haber una relación de hermandad de cariño, de afecto. Por eso pongo fotitos de las personas más queridas cuando grabo, y les canto. Felizmente, el disco Mama lo hemos grabado en lugares especiales, por ejemplo en esta casa; teníamos colchones en el sótano, después yo le he puesto voz en el patio donde han transcurrido 18 años de la mayor parte de mi vida. Cuando yo estoy de gira lo extraño. A veces, se duerme un rato, después nos llamaban para el almuerzo, a caminar, hay veces que tanta energía no florece, como que te trae a la tierra. Sales un rato a mirar las estrellas, aunque en esta Lima no se ven las estrellas (risas).

-Qué maravilla que grabes en tu patio, aunque no sea tan acústico como un estudio. Siempre experimentando.
-Aunque teníamos que esperar que cesen las fiestas chicha, las bocinas. Otro experimento fue grabar en Santa Bárbara (Cañete), lugar de campesinos; hay luz pero muy tenue, y a las 8 de la noche ya no hay nadie y esperamos que los perros se callaran, y los burros también. Poema tras poema. Se escuchaba el murmullo de mar pero eso no molesta.

-Usted es una artista que trabaja con el silencio, a diferencia de otras cantantes que son más telúricas, o estruendosas. Te instauras en el silencio, surfeas en el silencio, esa forma tan tuya de cantar…así no cantaba Chabuca Granda. Es tu peculiaridad, poética, tiene que ver bastante con los recitales. Te digo esto porque al final del disco lo cierras con el Río de vino (canción de Granda dedicada a Juan Gonzalo Rose), y es el mismo trabajo con el silencio, sin instrumentos…
-Yo nunca lo había visto así, ahora tú me lo haces ver (una pausa). Tienes razón, yo trabajo sobre eso, y yo siento que a veces puede estar este origen en que estuve sola un buen tiempo, porque viví, crecí, entre dos generaciones de músicos; los músicos de rock eran más jóvenes que yo, y la generación de los guitarristas criollos que no me iban a acompañar nunca. Los músicos tradicionales se referían a mí como cantante de poesía, y no de valses, y para los de rock yo era una rareza. Yo trabajé con Juan Luis Pereyra –uno de los fundadores del Polen-, con el rock, él vino hacia mi Música; formó y dirigió un grupo, con obóe, instrumento totalmente extraño para mí, y nos presentamos en un festival en Acho, lastimosamente no se grabó. Cuando me presento en el festival de Agua Dulce, el director del grupo de Música era Lucho Gonzales, y uno de los Stagnaro, músicos de primer nivel y yo voy al ensayo y en esa etapa de mi vida yo cantaba a capella. Me voy al ensayo del festival y Lucho Gonzales dice: “un momento, a Susana la acompaño yo, y nada más”. Yo sentí un alivio que no sabes. El gordo (Gonzáles) se sentó así, mirándome, yo parada ahí y empecé, él me acompañaba al instinto, yo hacía pausas que no debía hacer, cantaba según el estado de ánimo de ese momento, por ahí viene la respuesta a tu pregunta…es una manera de cantar, y eso me ha servido para escuchar, también…escucho los instrumentos, que me van llevando a esa pausas, los sonidos del alma.

-Cuando me dices que tu canto es de esa manera porque te sentías sola en un momento de tu vida musical, no digamos rechazada sino al margen de cierto tipo del qué hacer criollo, se remonta a épocas pasadas, hasta los vendedores lo hacen hasta ahora en las calles costeras ¿Te sientes una solitaria?
-Ahora no tanto. Sí, yo permanecí al margen. No encajaba. Por ejemplo, con la Música criolla que es mi origen, mi fuente, fue aprendida de mi madre; yo dormía con eso, mi padre tocaba la guitarra, mi madre bailaba, me he dormido con esa Música de niña, aunque después mi sensibilidad no me permitía oír un vals con esas letras muy machistas (suelta una sonrisa ruborizada). Es muy extraño eso…siempre me he sentido como al margen, además las empresa disqueras de entonces decían sobre mi trabajo: “qué vamos a grabar a esa que canta poesía”, y al cabo de los años me dieron la razón; es justo un poema el que me abre las puertas del mundo…

-María Landó…
-Llega a los oídos del genial David Byrne (fundador y compositor de los Talking Heads) que tenía todo un cofre de Música afro peruana; él no era ningún improvisado. Lo tomaba muy en serio, hacer una recopilación de Música afro peruana no es una cosa ligera y eligió el tema. Una vez lo criticaron, que no había escogido lo mejor en su disco, decían…

-Has dado a luz a Mama. El concepto del disco es un homenaje a tu señora madre (Carmen de la Colina, impresa en varias fotos junto a la familia Baca en el impecable álbum doble) y a Chabuca Granda. Los has dividido en Geografías, que lo siento en colores de café, la infancia, incluso te das el encuentro con los compositores de valses hechos leyenda; la otra parte es memorias, dedicado a tu otra madre, Chabuca Granda. Cómo se generó esta idea, el de homenajear a dos personas queridísimas.
-Lo de mi madre lo había pensado muchas veces. Las canciones que le gustaban a ella. Y también los lugares. Fue una persona que vivió en un momento de mucha presencia de artistas cubanos: Celia cruz, y vio a Bola de Nieve (uno de los más grandes artistas cubanos), quién se alojó en la residencia del embajador cubano donde mi madre trabajaba como cocinera; le oía en el piano de la casa… ella venía cantando, tenía muy mala voz pero buena improvisación. Ponía un tocadiscos, y nos enseñaba diferenciar un danzón de una habanera. Era mi maestra de Música.

-Otra maestra fue Chabuca, llegaste a ella muy joven. También estuviste apoyada por un poeta tan allegado a ella: César Calvo…
-Fue en el año 83, estaba vivo Calvo. Él le hizo una propuesta musical a Elena Bustamante, quien era dueña del Embrujo. Quería que cante con muchos músicos. De hecho yo tengo la versión de Calvo cantándome María Landó para que me la aprenda. Él llega a la casa a invitarme porque me había escuchado cantar tres canciones de Chabuca dedicadas a Javier Heraud. Años atrás, mi contacto con Chabuca fue por la misma época que compuso esas canciones. Cuando vino la noticia de la muerte de Javier Heraud, ella se sensibiliza. Por las razones de la muerte de este muchacho, ella cambia; ahí yo la conozco…Sus canciones las encontré tan parecidas con los poemas que yo cantaba. Tiempo después, ya había fallecido Chabuca, y Calvo vino para continuar el trabajo, empezamos a ensayar todos los días (con Roberto Arguedas).

-Cómo fue que te convocó para cantarle siempre sus canciones. Si me puedes contar ese momento de despedida con ella.
-Es un momento muy fuerte. La sala estaba oscura, Ricardo (su manager) y yo habíamos salido del cuarto para irnos del departamento, ubicado en 28 de julio, Miraflores. Ella había sacado el disco, estaba encima de la mesa, nosotros estamos parados. La luz que entraba de afuera iluminaba su cabeza. La veo de perfil. Dijo: “bueno, me voy”. Ella viajaba al día siguiente para su operación. Sus cabellos estaban con esa luz inolvidable. Le ofrecía a Ricardo, mi manager, que era jovencito, el local que ella tenía para hacer un programa musical…”Tienes a todas; a Susana Baca…y tienes a esa jovencita, Victoria Villalobos”, le dijo. Siempre hay esta escena cuando pienso en ella. “A mi regreso los espero, los llamaré”, regresa a la habitación, y agarra el disco, me lo firma adentro; nunca se prendió la luz de la sala, había un reflejo, y nos lo entrega. “Si vuelvo, nos encontramos”, dijo. No la vi tan segura con lo que decía. Ella partía para los Estados Unidos y ya sabemos lo que pasó después.

-La extrañas tanto.
-Mucho… (Silencio triste. Se agarra las manos, se las frota como contra el frío). Ella andaba buscando urgente músicos con los cuales yo podía cantar. Chabuca también me sentía extraña en ese mundo de la Música. “¿Vas a cantar mis temas?”, me decía, para dar su sentencia: “no te van a escuchar...”. Ella ha compuesto con mucha poesía. Todos esos valses, el mismo Zeño Manué, canción donde a través de su persona habla de la Lima que va desapareciendo, la capital estaba cambiando, pero cuando ve la profundidad de la vida y muerte, cuando lee el poema el Río (de Javier Heraud), como que aflora una necesidad mucha más profunda para entender el país.

-En la canción Las Flores Buenas de Javier, Granda trata de comunicarse con el estado del poeta para que le cuente el estado de nulidad (la muerte), todo una canción metafísica…
- Una profundidad…

-Esa canción fue de una época movida, el tema de la guerrilla. Es hermosa.
-Tú ves esa poesía y la encuentras en la Paisana de mis alturas, donde cuenta sus sentimientos con una empleada de su casa ida, que ella quería mucho, y esa señora se va, se regresa a su tierra… Ella adoptó al poeta Juan Gonzalo Rose como a un hijo, lo atendió hasta en los últimos meses de su vida y a ella le daba una profunda ternura. Decía: “Gonzalo, tan en carne viva. A esta gente hay que cuidarla en una urna”.

Pero nadie los cuida…
Se mueren en pobreza.

-Has grabado en este álbum muchas canciones de Chabuca un tanto desconocidas por el gran público. (Desde el Techo vecino; el Bosque armado( la canoa); Un cuento silencioso; para ser cantado (La camisa)
-Una de mis predilectas es el Fusil del poeta. Tiene una parte demasiada alta, inclusive para ella...Javier Lazo (cantante quien tiene la autoría de Reina, reina, incluida en el disco) le hace una variación en un nota, y la grabé.

-Aún crees en la esperanza del país.
¡Al Perú cuánto le falta! Hay que mejorar la autoestima con la cultura, la identidad. Encuentras a gente que no ha tenido su momento de gloria y que no se siente ciudadano, no se queja, y hay impunidad; acá si eres un ciudadano común y corriente no te escucha nadie, esa es la realidad, así nunca lo vamos a lograr. Los grupos de teatro, los artistas ayudan, hacen su trabajo con la población, nosotros también en Santa Bárbara ayudamos con los centros culturales…Existe la esperanza de que ello cambie por medio de la cultura, alentada por la identidad, si tu te sientes parte…yo recuerdo un testimonio de la CVR (Comisión de la Verdad y Reconciliación), el joven expresó tanta realidad: “Nosotros también somos peruanos”. A ellos los han matado, masacrado, clandestinamente, es doloroso. No puedes avanzar si hay niños en la selva pensando que son peruanos de segunda categoría. La esperanza es la cultura y Educación. La gente de la selva respeta al río de forma diferente, a su medio ambiente. Otra gente ni siquiera aprecia una huaca.

-El que sí amó al Perú fue José María Arguedas. Retornando al disco, cantas Vivirás Eternamente, compuesto por Alicia Maguiña para el escritor.
De todas maneras haré un trabajo con Maguiña. Leía el Zorro de arriba y zorro de abajo, Los Ríos profundos, y mi mamá me quitaba los libros para leerlos. Al momento de grabar esa canción, el productor, quien es extranjero y que no entiende nada de castellano, dejaba caer las lágrimas, se le erizaba la piel. Yo conocí personalmente a José María Arguedas. Estudié en la Cantuta, leí sus libros para entenderlo. Trabajé en los Andes como maestra; venir de la costa a la sierra, esa diversidad es preciosa. Fui a enseñar en la sierra, que es muy diferente en la enseñanza de la costa. Un día, estuvimos haciendo las redondelas para hacer la “o”, y les dije a los alumnos que era como hacer un caracolito. Una alumna me dijo: “Señorita, eso se llama “churo” (resorte en quechua). (risas). Son detalles, son pequeños pero cometemos errores grandes. Y nos creemos superiores.

-Cantas el tema Digna, entrando a los valses criollos. Aunque el Astro Rey es tu luz vocal.
Me fascina Pablo casas Padilla, y de Felipe Pinglo, su musicalidad. El Astro… ¡la melodía!

-Incluyes el tango Volver, una fusión con lo negro fuera de lugar.
-Mi mamá adoraba el tango. Me ensenaba de chiquita a bailarlo. Iba a las fiestas e iba un señor que bailaba con ella. Todos van a la fiesta y había una cama donde nos ponían como farditos, y me escapaba y hojeaba cómo bailaba. Ella nunca salió de Lima, le habría encantado viajar por el Perú. Cuando yo fui a Cuba, le conté que había un parque donde la gente cantaba en la calle, ella era muy religiosa, fui a misa para contarle como era allá. Yo me iba a acostar y ella se iba a alistar para ir a la iglesia. Había un señor que le decía “dejen dormir al cura”.


Por Luis Torres Montero